Hoy la naturaleza nos ha dejado a medias. El mal tiempo ha obligado a acortar la prueba hasta el kilómetro 78, justo en el paso de Bernina. La lluvia y unas temperaturas que amenazaban con bajar de los 0 grados podían provocar hipotermias y la organización, prudentemente, ha preferido no poner en peligro la seguridad y la salud de los ciclistas.

Ha sido una pena porque nos hacía muchísima ilusión escalar el Stelvio, una de las cimas más legendarias de los Alpes italianos, una montaña que acostumbra a ser decisiva cuando el Giro atraviesa estas tierras. Así que, de los 96 kilómetros que teníamos que completar hemos terminado por hacer 78, con un desnivel acumulado de 1.500 metros. Hubiera sido grande poder coronar esta montaña de 2.750 metros de altitud, pero la seguridad es lo primero.

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El temor de la organización no residía tanto en la subida como en la bajada, donde la velocidad que alcanzan los corredores, sumado a la lluvia que no nos da un respiro y a las bajísimas temperaturas, podían poner en serio riesgo nuestra salud. Una vez más, la naturaleza se ha interpuesto en nuestro objetivo y contra ella no hay lucha que valga, así que toca resignarse.

Lo único positivo es que no ha habido tanto desgaste de cara a la etapa de mañana, que recorrerá los 148 kilómetros que separan Bormio de Merano y que muchos consideran uno de los tramos más duros de esta carrera, con un desnivel positivo acumulado de 3.550 metros.

Poco a poco vamos avanzando y cada vez queda menos para llegar a la fase decisiva, cuando las piernas sufren por los kilómetros y el cansancio acumulados y donde será fundamental mantener la cabeza fría y despejada.

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